Eso quedará de mí en esta casa, el reflejo de mi imagen atrapado en el cristal de la ventana, la oscuridad de haber cerrado los ojos con miedo, el idioma extraño con que el gotelé se reía en mis dedos de la imprecisión de los interruptores.

En esta ciudad permanecerá mi primer llanto atrapado en un papel endeble, el olor de aquella noche, cuando tantas veces decidimos cruzarnos de labios.

Quedará mi desierto extendido sobre sus calles hecho con los granos de arena que fui dejando perdidos después de haberlos pisado, quedará el desconcierto de los parques deambulando por noches solitarias y ese vacío con el que nadie se sentaba en el autobús a mi lado.

Para el resto no quedará de mí nada apenas, un atisbo en la genética o en los apellidos, la familiaridad de los horóscopos, el número que me corresponda en las estadísticas y alguna palabra que a alguien se le escape durante el breve periodo en que resisten los recuerdos impasibles al olvido feroz.

En la casa seguirán quejándose las persianas con el viento, la ciudad no interrumpirá su interminable gasto de asfalto. Y el resto, el resto ya lo sabemos en los otros que un día, también, se fueron.

La casa que

La casa que abrigó tu corazón
será una ruina. Furtivos
en la noche
la habéis abandonado.
Oscura en el jardín la tierra removida.
Quise
decir traición

y dije llanto

(Ada Salas)

Hay libros que se escriben

Hay libros que se escriben sobre la carne misma.
Son esas cicatrices que nos hablan
y sangran
cuando el tiempo se rinde a su derrota
un puñado de signos que apenas
comprendemos

y eran el beso intacto de la vida.

(Ada Salas)