Cierra paréntesis. Acaba el tiempo de ausencia.
Cuando no hay más que palabras, el silencio es una espina que se clava muy adentro.
La vida parece seguir.
Allá, afuera de mí, los relojes no se detienen, el cielo cambia de color y, a ratos, hace sol, o llueve.
Otras voces intentan interrumpir este silencio, otros silencios se esfuerzan en arrancarme éste. Silencios de música o de agua hirviendo, silencios de cristal meciendo el hielo, silencios de una casa llena de gente o de una tienda al rojo vivo.
La vida parece seguir, y yo me resisto hasta que el calendario se apiada de mí y me acerca a la palabra. La vida parecerá seguir, como la frase a medias que interrumpe un suspiro.
Cierra paréntesis. Punto y seguido. Nos sigue quedando un hoy que vivir para llegar a mañana.
Las cosas han cambiado
Las cosas han cambiado,
y todo sigue igual que ha estado siempre.
Sabías que una vida no era lugar bastante,
para lo que una vida debía merecer,
y hoy sigue sin bastarnos.
Antes no había
lugar al que negar, no había sombra, puerto,
un más allá del viaje donde decir ya basta,
hemos dado por fin con el final del túnel,
y hoy el túnel, el puerto, la sombra y el final
están igual de lejos. Suma y sigue.
En el amor no había
nada distinto al resto de las cosas,
pero sí era distinto
ese juego violento al que apostar la vida,
y que a veces movía las estrenas,
la luz de la conciencia, y al que hoy sigues jugando,
y en él te va la vida.
Las palabras no ofrecen
la nave que abre el mundo, ni hoy ni entonces,
pero algunas palabras, al trazar una historia,
con su amarga belleza, que no nos abre el mundo,
nos lo hacen habitable.
De unos tiempos sin gloria
a otros sin gloria. Tal como sucedía
ayer, quien se equivoca no ha de volver atrás.
Sólo el orgullo nos mantiene en pie,
y el miedo a empeorar en adelante.
Las cosas han cambiado.
Y ni más sabio,
ni deseos más puros,
ni más fuerte.
Todo es igual. Han cambiado las cosas.
Nada de lo que diga importa demasiado,
y todo sigue en el lugar de entonces.(Carlos Marzal, Los países nocturnos, 1996)