Casi negro, porque todo es trascendente, cuando respirar es un ejercicio de supervivencia. El corazón, sin embargo, late solo, por instinto; ajeno no, pero alejado, con un imparable amarillo que tal vez se vuelva ocre por las noches de desvelo.
Había un verde oscuro casi negro en el horizonte. Pero después de tanto secano, por fin, lloviste a media tarde y las sombras antiguas ahora producen otra luz menos invisible.
Quiero dejar de ver el gris oscuro casi negro con que tiñe el miedo tus miradas y la desazón del rojo oscuro casi negro en la sangre congelada por los nervios.
Respira hondo, piensa blanco, ríe brillos y cógeme por la claridad de la piel de invierno que todavía tengo. Hazme florecer la primavera a puñados, envuélveme el futuro entre las líneas de tus manos y deja que venga el verano lentamente, sin prisa, sin poner plazos.
Derritamos en celeste ese azul oscuro casi negro que se te mete en los huesos y te tiembla en la boca. No vas a volverte loca, no te dejaré: antes verde.
Qué ruido tan triste
Qué ruido tan triste el que hacen dos cuerpos cuando se aman,
parece como el viento que se mece en otoño
sobre adolescentes mutilados,
mientras las manos llueven,
manos ligeras, manos egoístas, manos obscenas,
cataratas de manos que fueron un día
flores en el jardín de un diminuto bolsillo.Las flores son arena y los niños son hojas,
y su leve ruido es amable al oído
cuando ríen, cuando aman, cuando besan,
cuando besan el fondo
de un hombre joven y cansado
porque antaño soñó mucho día y noche.Mas los niños no saben,
ni tampoco las manos llueven como dicen;
así el hombre, cansado de estar solo con sus sueños,
invoca los bolsillos que abandonan arena,
arena de las flores,
para que un día decoren su semblante de muerto.(Luís Cernuda, Los placeres prohibidos, 1931)