Todos estamos en muchas listas. Por gestos, por palabras, por acciones, porque alguien se dispone a querernos un poquito, subimos poco a poco.
Cuando alguien nos desquiere, nos desama, nos desecha de menos o, simplemente, flaqueamos en sus sueños o en sus expectativas, bajamos muy deprisa.
Llega el vértigo. El esfuerzo de subir, el vacío en el estómago de perder altura, se alían para estremecernos. Sería mucho más tranquilo permanecer a la misma altura, exactamente a la misma altura en la que nosotros tenemos a los demás en nuestra lista. Sería confortable, no me cabe duda, pero qué monotonía de música tras los cristales.
Así todas las lista en fila, tenemos el ecualizador de nuestra vida. Mi música estuvo mucho tiempo sonando como «pop» hasta que se fue convirtiendo en «clásica». Breves momentos de «jazz», instantes de «club» y una vertiginosa caída hacia el «tecno».
Sé que ahora mi música te suena a veces a «espacio abierto», a «rock suave», a «en vivo». Pero si me aprietas fuerte, si me besas muchas veces, tal vez mi vida empiece a encontrar la forma de sonarte como «auriculares», como a mí hace ya tiempo que me suena la tuya.
Muy cerquita del oído, pero lejos del corazón.
Deja una respuesta