De semen blanco escanciado

entre los pliegues de una sábana,

de sudor anónimo y cotidiano,

de algún caldo lentamente

cocinado entre pucheros,

de agua de la lluvia que desata

la tormenta de una despedida,

de la saliva de un beso furtivo

que atraviesa una primavera,

de la espuma del mar empujada

por la brisa y el salitre,

de una lágrima escapada

de la risa o de un suspiro,

de la sangre de tu herida

o de la de tu enemigo,

de la escarcha,

del mercurio de una fiebre,

de la nieve

o de la tinta que se agria

sobre el papel de este poema

en que me lees,

la última gota es la que siempre

desborda el vaso.