Al abrir el armario a la imaginación, el mundo se llena con el silencio de los sueños que le salen de dentro. En cada prenda hay un recuerdo, una esperanza, una sensación distinta.

Los colores comienzan a combinarse solos, como si fuesen versos que riman, se entremezclan y se matizan los unos a los otros. «Suena bien», se dice mientras se seca el pelo y se pinta las uñas.

Entonces, cuando todo está elegido, con los pliegues revisados y peinados los versos, perfumada con olor a tinta, ya está dispuesta a ponerse delante del espejo de otros ojos y del eco de otras bocas.

No puede evitar los nervios de la cita, pero es que yo tampoco. Ya está vestida para salir y así es como más me gusta. No sabe cuánto deseo tenerla pronto en mis manos, para abrirla en una noche loca por la luna, leerla despacito y desnudarla poco a poco.

Vestida para salir, este lector impaciente te aguarda. ¿No ves que necesito un sueño para rayar el agua?