Allí, en mitad de la sierra, con un sol joven y limpio, sobre un colchón de aire, flotaba. Flotaba, notando los movimientos del agua, suaves, melódicos. Tenía los ojos cerrados y la cabeza en otra parte.
Abandonado a la deriva el cuerpo, la cabeza también. Sin gravedad, sin punto de apoyo, sin saber hacia donde. Que hipnótica sensación la de flotar completamente ingrávido, marioneta del azar de la brisa sobre el agua.
Le dio calor y se dejó caer a la piscina. Y se quedó dentro unos segundos, completamente sumergido, nariz tapada y ojos cerrados, hasta que salió a flote por la superficie y, aún así, se extendió hacia atrás con los brazos abiertos. Hacerse el muerto, no pensar, flotar.
Cuando aquella tarde, la mujer que conducía abrió el saco de los perros, él no quería discutir. Se ha quedó echado hacia atrás en el asiento para imaginarse flotando sobre un colchón tapizado, completamente ingrávido, marioneta del azar de los semáforos.
Flotar sobre la cama, hacerse el dormido, ingrávidos los pensamientos, marioneta del azar del ventilador y del insomnio. Flotar contra el deseo, contra el pesado saco que arrastra la lengua por los desiertos, flotar para defenderse del infierno cotidiano.
Le dio calor y se dejó caer sobre sí mismo, sin gravedad, sin punto de apoyo, sin saber hacia dónde. Hacerse el muerto, morirse, no pensar, seguir flotando, como en un sueño.
En el orden que prefiera
A veces empiezan bien mis sueños, y entonces
pueden llegar a ser playas de África
o improbable pasajes de avión hacia el deseo.
A veces empiezan bien mis sueños, a veces me recuerdan
lugares que no he visto y en los que fuimos tan felices,
lugares anónimos, antiguas cartas, aventuradas huidas
y si hay suerte pueden llegar a ser incluso
unas cuerdas vocales que afinan su voz
entre unas piernas.Porque a veces empiezan bien mis sueños.
Pero otras se despistan, por lo común se cansan y así
suelen acabar teniendo el mismo rostro
que la casa Batlló, pues ociosos y torpes se recuestan
en demasiados bares, en demasiadas tardes,
estúpidamente llenos de Rambla Cataluña y Paseo de Gracia,
hasta batiendo palmas los benditos
mientras ni pueden evitar que de las gabardinas
del fracaso y del alcohol les crezcan
abatidos pájaros
que vagamente me recuerdan
a la hirsuta soledad
de la que no he conseguido salir nunca.Quizá en esta tierra el hombre sólo puede amarse y detestarse,
amarse y detestarse, sucesivamente, en el orden que prefiera.
Pero esta materia da apenas para un cuento,
y además creo que ya Borges —un fastidio—
escribió mejor de todo esto.(Santiago Montobbio, Hospital de inocentes, 1989)
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