Me preguntaste que si en eso era en lo que se notaba la edad y que nos vamos haciendo viejos, y estuve de acuerdo.
Que el cuerpo responda lentamente a la tensión de las pieles, que empiecen a aparecer los excesos hechos arruga o estría, que todo duela más mansamente, que venga la acidez de lo perdido. Que tengamos más pasado que futuro y que el tiempo de recordar nos pellizque los planes. O que nos llamen de usted por la calle.
Parece como si todo hubiera ya sucedido, como si aquello que puede marcarnos ya estuviera cicatrizando. Aquel beso, aquella curva, aquel miedo. Aquella chica, aquellos exámenes, aquel pudor, aquel deseo.
Hace tanto tiempo de eso que nos hace reconocernos vivos, que damos por deshecha la chispa, por extinguido el hervor, por amansada la fiera. Como si ya no tuviéramos edad para seguir vivos y coleando.
Recuerdo que cuando viví aquel tiempo, no tenía conciencia de que me estaba cambiando la vida. No parecía que pasara nada especial y, sin embargo, lo recuerdo (y en eso se nota la edad, parece) como un terremoto visceral que removió todos los sueños.
Pero ahora sí sé que vivo en el momento exacto. Sé que lo que me ocurre ahora, que esta brisa en la que estoy inmerso, en no mucho tiempo la recordaré como un vendaval. Y sabré si sólo me alborotó el pelo —¡qué amarga metáfora!— o me arrancó todas las hojas del calendario de cuajo y puso otras en su lugar.
Me preguntaste que si en eso era en lo que se notaba la edad. Pero, después de haberlo pensado un poco, ahora ya no estoy de acuerdo. En lo que se nota el paso del tiempo, no es en los cuerpos, sino en este ir perdiendo la inconsciencia, que era el mejor de todos los regalos que nos dio la vida.
Mejor regalo que los sueños, mejor regalo que la esperanza, mejor incluso, que el regalo del amor.
Recuerda
Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.(Jaime Gil de Biedma, Volver, 2000)
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