Un capítulo de un libro interesante, un paseo por el parque bajo la luz de la luna, un metro cuadrado relleno de cuatro litros de lluvia.

La mansedumbre de los olivos en cien kilómetros de autovía, un viaje imprevisto a la playa, el atasco a la vuelta de la oficina, el final de una película, dos cervezas con sus tapas o una charla entretenida con alguien en la distancia.

Una ración de insomnio a solas con Morfeo, un sueño suave y húmedo que me reviente de deseo, sesenta besos redondos a una mujer desnuda y en lo oscuro.

Todo esto y mucho más, que no digo por prudencia, por olvido, por desconocimiento y por que no me cabe en este texto, es lo que puedo perderme en esta hora de vida que me han quitado esta noche al adelantar las manecillas.

Sin embargo no me quejo, tengo razones para estar alegre. Porque sé que todas las cosas que tarde o temprano se pierden traen de la mano otros quehaceres, otras historias, otros sueños.

Y porque sé que, para que llegue lo que llegue, ahora queda una hora menos.

El poeta aguarda, impaciente, la llegada de alguna musa

(Estudio de escritor. Mesa de gran tamaño. Estanterías llenas de libros. Puerta al fondo entreabierta. El personaje camina de un lado a otro del escenario.)
Que alguien recomponga los jarrones
rebosantes de rosas.
Necesito más luz
sobre el brazo desnudo que ahora escribe.
Los libros, que se vean desde todos los ángulos.
Unas hojas tiradas por el suelo pueden
crear ambiente.
Si es posible,
que caiga por completo la noche.
Una luna entre nubes
podría sugerir un halo de misterio.
En la calle
que parezca que la lluvia ha caído.
Ella entrará por la puerta del fondo.
Traerá el cabello húmedo ?podría haber un fuego
donde secarlo lenta, muy lentamente?.
No hablará.
No hablaré.
El silencio es lo más apropiado.
No elevaré los ojos para verla
hasta pasado un rato.
Ella irá hacia las rosas con aire ensimismado
y mirará la luna caminar por mi cielo.
Necesito más luz sobre mi mano.
Necesito más luz sobre las rosas
y un fuego y una luna y un cielo
antes de que ella llegue.
Y que haya llovido.

(Irene Sánchez Carrón, Atracciones de feria, 2002)