¿Cuántas veces tiene que repetirse un sueño para que suceda? No sé, nunca he sabido, sigo sin saberlo, si la energía y el deseo que se entregan al anonimato de lo que uno imagina en los sueños pueden, de alguna manera, modificar la realidad y sustituirla por otra.
Ella está de espaldas y al poner mi mano en su hombro, se gira y me abraza. Su cabeza se reclina en mi pecho y entre todos los brazos surge el ocho, el infinito.
En cada borbotón estamos más cerca; en cada ruido que prorrumpe, la respiración se acompasa. El universo toma su temperatura y el paisaje se aleja hasta desaparecer.
En cada gota que cae, sobra más el aire que nos separa. En cada bocanada, se difuminan en el contacto los límites de los cuerpos. En cada borbotón, el tiempo se ralentiza hasta hacer olvidar el futuro que viene.
Ninguno de los dos dice nada y la vida parece un soplo, un aliento que roza las caras. Nadie dice nada, nada, porque no hay nada que decir. Y mientras, hierve el agua.
¿Cuántas veces tiene que repetirse un sueño para que suceda? No sé, nunca he sabido, sigo sin saber. Pero he descubierto contigo que hay cosas que con una sola vez que sucedan, con una sola, se repiten para siempre en los sueños.
Y cada vez que hierve el agua.
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