Sin dar tiempo para todo, les dio tiempo para mucho. Entre otras cosas para hablar, por fin, sin testigos ni metáforas. Quizás, por una vez, no dejaron nada a medias, si bien hubo cosas que no quisieron empezar.

Y en la paz de la tarde, cuando al cabo de tanto tiempo la risa empezó a salirle de dentro, se produjo la conversación:

—Ni siquiera creo que pueda llorarte entonces… Oye… ¿Tú no has pensado nunca en el después?

—Sí, claro que sí. Pero me parece que yo pienso en otro después.

—Lo que pasa es que eres muy optimista.

Y es verdad que él era optimista, pero no pensaba en otro después por eso. Sino porque si ni siquiera puede soñar con lo que quiere, entonces, piensa que para qué demonios lo quiere. Y porque, soñar con la felicidad, eso, precisamente eso, es la felicidad.

«Pero, ¿y si tu después no sucede?, parece preguntarle. Y él parece responder: «Pues si no sucede, ENTONCES, lloraré».

Cada después tiene un entonces y cada entonces —sí, por alegre o triste que sea—, cada entonces también tendrá su después.

Y me asombro cuando me despeño en la cuenta de que a este ahora, al que alguna vez llamé «entonces», ya le está haciendo cosquillas un después.

Después

Y ahora se inicia
la pequeña vida
del sobreviviente de la catástrofe del amor:

Hola, perros pequeños,
hola, vagabundos,
hola, autobuses y transeúntes.

Soy una niña de pecho
acabo de nacer
del terrible parto del amor.

Ya no amo.

Ahora puedo ejercer en el mundo
inscribirme en él
soy una pieza más del engranaje.

Ya no estoy loca.

(Cristina Peri Rossi, Otra vez eros, 1994)

Distancia justa

En el amor, y en el boxeo
todo es cuestión de distancia
Si te acercas demasiado me excito
me asusto
me obnubilo digo tonterías
me echo a temblar
pero si estás lejos
sufro entristezco
me desvelo
y escribo poemas.

(Cristina Peri Rossi, Otra vez eros, 1994)