Llevo toda la mañana esperando que suenen las alarmas, que el día se espese y se doble por la mitad de la tostada o que los teléfonos resuenen más allá de las perchas ansiosas de sellos.
Estoy esperando el virus, la náusea, el delirio. He deseado un agobio de oxígeno, una tromba de melancolía que retumbe en los cristales, una noche interminable de decepción.
Pero no ha sido la tragedia, sino la lluvia, la que me ha entreabierto el corazón hacia las persianas y no he dudado en atender su agua sin pasar de largo hacia el mediodía. Y he intentado sentirme solo, y triste de mar y herido de incertidumbre.
He visto que no puedo y, precisamente, porque no hay dos vidas iguales, porque no puedo dedicarte esos mismos minutos que tú me dedicas, he tenido que inventarme estos otros, distintos. Unos minutos que te devuelvan el vello de punta y te hagan marcar teléfonos en las sábanas y brindar con ojalás que se perdieron en la memoria.
Tienes razón, sólo vendo humo, lo sé. Y me gusta hacerlo y me gusto haciéndolo y lo sé. Y tú ya hace mucho que te diste cuenta. Lo que no sabes, lo que no puedes creerte, es que, mi humo, no… Mi humo no se lo vendo a cualquiera.
Sólo a quien, como tú, sabe tornearlo como garabatos y deshacerlo en aire.
El aire huele a humo
A Gabriel Celaya y a Amparo Gastón,Que tanto le quiso y le quiere todavía.J.A.G.
¿Qué hará con la memoria
de esta noche tan clara
cuando todo termine?
¿Qué hacer si cae la sed
sabiendo que está lejos
la fuente en que bebía?¿Qué hará de este deseo
de terminar mil veces
por volver a encontrarle?¿Qué hacer cuando un mal aire
de tristeza la envuelva
igual que un maleficio?¿Qué hará bajo el otoño
si el aire huele a humo
y a pólvora y a besos?¿Qué hacer?¿Qué hará? Preguntas
a un azar que ya tiene
las suertes repartidas.(José Agustín Goytisolo, 1992)
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