Se dejó caer con una sonrisilla
de las de creerse el final de los cuentos,
envuelta en una chaqueta
de abrígate si vas a salir.
Se dejo caer con su nombre
puesto en el pecho,
con sus botas de ya estoy aquí,
con su falda de clavarme
los ojos en el anzuelo
y sus pestañas de reír.
Se dejó caer con su voz
de acércate más que no te oigo,
con sus ojos limpios
de no quiero despertar del sueño,
con sus labios crudos
de pruébame de sal.
Se dejó caer
como si no se hubiera ido nunca.
Se dejó caer sin más,
como quien no quiere la cosa.
Se dejó caer
para no dejarme caer,
para regalarme una rosa.
Pero a mí
ya sólo me queda prosa
con la que corresponder.
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