Las llaves de la luz no están donde las busco, donde creía que estaban. Me recorro el pasillo a oscuras, manoteando mi fe en las paredes: yo me siento extraño de una lisura desconocida y ellas se extrañan del tacto de una mano inesperada.

El frío tiene otra concavidad cuando me meto en una cama que no será la mía y la textura del lado derecho de cada sábana se va difuminando lentamente en el reloj. En la cocina, el agua salpica de otro modo, la espuma del lavavajillas huele a silencio.

Salgo a la terraza buscando el humo, pero no encuentro más que ruido de lavadoras y un ojo de patio que me contempla estático, reverberando oquedades de cinco plantas. Y vuelvo dentro y se me pierde de vista el horno, el cable de la antena no me llega al corazón, no acierto a encontrar un sitio conocido donde ponerme a salvo de la tristeza.

Las cosas no están donde yo creía, como ellas no pueden creerse dónde estoy. El que cree se equivoca, pero también cree el que acierta, porque todo es creer y todo es mudanza.

Fíjate si me equivoco que, cuando entro en mi vida parece como si las personas no estuvieran donde creía, como si estuviera vacía y solo quedara un eco lejano de habitantes que se reparten entre mudanzas y enmudecimientos.

Fíjate si me equivoco que, a veces, necesito creer que me equivoco de casa para no equivocarme de corazón.

Elegía y postal

No es fácil cambiar de casa,
de costumbres, de amigos,
de lunes, de balcón.
Pequeños ritos que nos fueron
haciendo como somos, nuestra vieja
taberna, cerveza
para dos.
Hay cosas que no arrastra el equipaje:
el cielo que levanta una persiana,
el olor a tabaco de un deseo,
los caminos trillados de nuestro corazón.
No es fácil deshacer las maletas un día
en otra lluvia,
cambiar sin más de luna,
de niebla, de periódico, de voces,
de ascensor.
Y salir a una calle que nunca has presentido,
con otros gorriones que ya
no te preguntan, otros gatos
que no saben tu nombre, otros besos
que no te ven venir.
No, no es fácil cambiar ahora de llaves.
Y mucho menos fácil,
ya sabes,
cambiar de amor.

(Ángeles Mora, Elegías y postales, 1994)