Eso dijo ella, aquello del pepino, aquello de la bacteria.

Se puso delante de un auditorio y lo dijo, sin más: en los pepinos españoles se ha encontrado la dichosa bacteria. Bueno, no lo dijo sin más, lo dijo en alemán. Sin querer conocer nada más, ni causas ni efectos, ni el resto de circunstancias que rodean a un pobre pepino y su proceso de conservación a través de distintos países, pues lo dijo.

En realidad, no lo dijo, fue mucho peor, lo insinuó. Lo dejó caer, lo dejó entrever, lo puso en el centro de una diana a la que no quiso disparar. Ocurre siempre, hay que salvar el culo y echarle el muerto al primero que se tambalea, pero sin echárselo, sin que lo parezca, que eso queda fatal.

Y, ¿sabes qué pasa? Que aunque todo pasa, todo queda. Da igual quien se ofenda ahora, nadie puede rectificar lo que «no se ha dicho», porque es indecible. No se puede evitar, el pepino español será para siempre, en la memoria de los alemanes, la mentira más verdadera y la que causó su crisis sanitaria.

No sé si ha sido tu pepino o el mío el causante de cada crisis que nos ocupa periódicamente. Pero habrá que superarla y no dejar que «todo quede»: que solo quede lo cierto y lo que se hizo de corazón, saliera bien o no.