Buenos días, sólo eso.
Tal vez abril sea para vivir y no para tenerle miedo, si es que son cosas distintas.
La vida puede transcurrir sin que aparezca eso que tanto esperamos, puede agotarse sin encontrar aquello que le dé sentido a este remolino de idas y vueltas, a este descontrol de vaivenes y tumultos que hace latir desacompasados corazones, pulmones y cabezas.
Sin que aparezca pero, en tanto lo esperamos, mientras encontramos un brillo que nos distinga los ojos, hay que atender los asuntos cotidianos, la breve historia de aquel recibo, el dilema del paraguas y si toca pescado para la cena.
Cada mañana, la vida nace pequeña y las pequeñas cosas se confabulan para aparcar el caos en doble fila y dejar que algún hilo de luz se hilvane en los sueños. La vida nace pequeña y nosotros nos hacemos pequeños con ella deshaciéndola en pequeños actos de amor imposible, actos inexactos de emoción aprendida, tan arbitrarios como el idioma en que los pronunciamos.
El patio necesita unas horas de cocción, los platos de anoche piden a gritos un planchado. Habrá que hacer la cama de uno como si hubiesen dormido dos. Encontrar las palabras para felicitar a quien corresponda y entregar regalos, buscar tiempo para esperar llamadas o hacerlas, saltar hacia la luz para salir del agujero y estirarse un poco antes de caer en el próximo.
Si son cosas diferentes, abril es para vivir y no para tenerle miedo. Y para olvidar un poco, soñar mucho, embeberse en las rutinas y salir de ellas de tanto en tanto.
Buenos días, vida. Sólo eso.
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