Hablaba solo, sin mover los labios, todo el santo día, todo el puñetero insomnio. Y cuando los movía, le parecían lo labios de otro.
Pensaba solo mientras le hablaban los demás, andaba solo hasta en los vericuetos de la colmena, dormía solo aunque el otro lado de la cama se moviera ligeramente. Cuando no pensaba, cuando no andaba, cuando no dormía, le parecía estar en la cabeza de otro.
Comía solo, trabajaba solo, descansaba solo. Escribía solo. Y cuando no comía, cuando no trabajaba, cuando no descansaba y, sobre todo, cuando no escribía, se parecía otro.
Aunque no sólo hablaba, no sólo pensaba, no sólo andaba, no sólo dormía, no sólo comía, no sólo trabajaba y descansaba. No sólo escribía.
Soñaba solo. Bueno, quizás no. Tal vez en eso no estaba solo… O es que sólo soñaba.
A veces
A veces nada ocurre y todo pasa,
y la vida es
débil música
mojada por la lluvia
—quizá tan sólo desconsuelo—;
ella misma me tiende
no sé si una mano o una trampa;
un papel en el que escribo
un poema para huir
de las manos oscuras del miedo.(Ángeles Carbajal, La sombra de otros días, 2006)
Deja una respuesta