He probado a perderte

y no me ha gustado nada

el sabor que me dejó en los labios el silencio

aquel de mi sombra cuando huía

de tus propios pasos.

Sin un recuento de miradas,

sin poder abrazar tus palabras contra mi pecho,

la luz ya no es la misma, se ha hecho

mucho más tenue,

como una algarabía que se oye lejana

por entre esta tarde gris y urbana

que avanza desnuda hacia la noche.

Para que todo cambie,

hace falta cantar un agua que lave

la tez marchita de los desiertos

en los que anduve perdido de tanto perderte,

que desencoja los hombros y los hombres,

que ría burbujas y despliegue

ese olor difuso que mantiene vivas y viscosas

las cosas sin nombre

cuando van resbalando por tus manos

hacia quién sabe dónde,

estrujando el tiempo que nada cambia,

en el que, por cierto, ahora llueve

y a ti ya sabes que siempre

te trajo la lluvia.

Collage

Ligeras cruzan las edades, hay quien las cuenta en días,
y a través de su lluvia y su ceniza
cada vez más difícil resulta el resistirse
al perezoso vivir animal de la costumbre.
No sé por qué los versos que ahora escribo
parecen versos clásicos, y total para decir
que si después de tanto tiempo aún hoy
aprieto tu recuerdo entiendo que
estoy condenado
a naufragar todos los días
con la vejez que da el saber
que aunque me he equivocado en todo
esto es algo que especialmente he hecho
en lo que más quería.

(Santiago Montobbio, Ética confirmada, 1990)

Et labora

Guardar memoria de lo que para otra persona
nunca fue recuerdo, creer haber hundido un rostro
y al volver de una mañana darse cuenta
de que sigue inundando nuestro adentro;
aventurarse ingenuo en las piruetas
por fingir que puede desterrarse
la espantosa verdad de los sonidos
u otra vez descubrir, en el envés del tiempo,
que todo lo que pude ser tan sólo era
ser contigo:
estos son
los trabajos del amor, aquel extraño mar
que vivir nos fue haciendo lejanísimo.

(Santiago Montobbio, Ética confirmada, 1990)