Estoy buscando noches irrompibles, pero livianas al peso, para que puedan transportarse sin demasiado esfuerzo.
Todas las que encuentro se alteran enseguida: a las más cursis las pone melancólicas la luna y, las más perversas, se me ponen borrosas enseguida en cuanto se toman dos ginebras.
Quisiera una noche resistente a la memoria, que repela inmediatamente esos recuerdos agridulces que me agitan el insomnio. También tiene que ser invulnerable a las ausencias, espantadora de los fantasmas que arrastro.
Busco una noche de esperanza inquebrantable, que no le ataque el ácido de viejas palabras y que no se corrompa con sexo de plástico ni con basuras televisadas. Indestructible, pero sin que para ello tengamos que hacernos inoxidables.
Si se puede pintar de colores —no es que no me guste el negro, pero en mi vida ya hay mucho gris—, que no haya que darle capas de algún anticorrosivo. Mejor un pequeño barniz para que brille ella sola y no necesite mareas ni lunas.
En cualquier caso, busco una noche irrompible, al menos una. Y si la encuentro y ya tiene habitante o dueño, pues estoy dispuesto a llegar a cualquier acuerdo de realquiler.
Busco una noche invulnerable, porque todas las noches normales, todas las otras noches, el insomnio me las raya y el amanecer me las rompe.
Solitario invencible
Resbalando
Como canasta de amarguras
Con mucho silencio y mucha luz
Dormido de hielos
Te vas y vuelves a ti mismo
Te ríes de tu propio sueño
Pero suspiras poemas temblorosos
Y te convences de alguna esperanza
La ausencia el hambre de callar
De no emitir más tantas hipótesis
De cerrar las heridas habladoras
Te da una ansia especial
Como de nieve y fuego
Quieres volver los ojos a la vida
Tragarte el universo entero
Esos campos de estrellas
Se te van de la mano después de la catástrofe
Cuando el perfume de los claveles
Gira en torno de su eje(Vicente Huidobro)
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