Mañana, en tu rostro, puede venir otro día tranquilo, miércoles, jueves o domingo, otro día con el mismo nombre que hoy tuvo ayer.

Tranquilo pero inquieto, mañana, sí, pero hoy, ahora futuro o fantasma, pero recuerdo después.

Pero sin mañana, sin tu rostro, se me borran páginas de una vida y en ella no tendré quien me escriba, como si yo fuera el coronel.

Por eso le llaman porvenir, aunque no sepamos por dónde, porque nunca sabemos qué.

Por eso le llaman porvenir, y no «porvolver».

Porvenir

Te llaman porvenir
porque no vienes nunca.
Te llaman: porvenir,
y esperan que tú llegues
como un animal manso
a comer en su mano.
Pero tú permaneces
más allá de las horas,
agazapado no se sabe dónde.
… Mañana!
Y mañana será otro día tranquilo
un día como hoy, jueves o martes,
cualquier cosa y no eso
que esperamos aún, todavía, siempre.

(Ángel González, Sin esperanza con convencimiento, 1961)