Ningún hombre me ha comprado nunca un anillo, el brasero contra el frío de Siberia, el primo y las suelas que se desgastan, la precisión con que se salta de un coche que todavía no se ha parado.
Mira qué buena cara tengo, esta morcilla no tiene grasa, el coche azul, la moto que se sale del cuadro, para caprichos no hago de taxista, la otra Gioconda, el jardín de las delicias, una habitación con tres camas.
El cojín pequeñito, me has desordenado los canales, ese es el básico que se expende, la tabla de la plancha que se rebela, la piernaca y el monedero, eso son los evangelios, los porrascazos y el resbalón, la base de datos ha sido actualizada correctamente, las muertes que vienen de improviso son las mejores.
Anda, pero si se ha puesto rojo el semáforo, la cochera en el centro, ¡sal de mi cocina!, la pachorra y el humo, el árbol lleno de luces, el palacio del camarero feo, las violetas de caramelo, el de la mesa de al lado que se está trabajando a la viejecilla.
Una caña en vaso de duralex, el miedo a que te robe las contraseñas, ese es mi lado del sofá, ni se te ocurra hacerme chantaje, el tiramisú, la ensaladilla rusa, mi famosa fabada de bote,¿le pregunto al mancebo?, cómo conducir con una mano en el pelo y la otra en el volante.
La dueña de la calle y los no-novios, el enano de resina, el plástico de los mandos, los altaricos, ya no nos medimos, pero yo menos. El cimborrio y la catedral que no me enseñaste, Escher y el frío, fútbol, filarmónica y un sprint de doscientos metros.
¿Por qué nunca quieres tocarme?, el festival de Eurovisión, un fresquito, ¡Ay, que delgado te estás quedando!, tu manera de pintarme de verde los ojos sobre la hierba, los mantecados de coco, ¿A ti no te gustan pobres, verdad?
¿Eso será soberbia?, los sitios donde ya hemos estado, estoy disfrutando del momento, la voz del destino es como un susurro, la pitufante historia de los leguins rojos, el desacuerdo de las carrasperas, antes me gustaba el Rioja y por tu culpa ahora me gusta más el Ribera, me persiguen las mesas cojas de los bares.
Siempre ponen papas, con lo que me gusta a mí una gamba, tus amigas jaleándote, el nacimiento del pelo en la nuca, el deber de revisarme los lunares, la poesía, la voz y los cuentos, cómo perpetrar a dúo las canciones del cansino.
La ropa con nombre y apellido, boquerones en la playa, un arroz sin bogavante y con pasado, la secta y los primos, el sombrero de vaquera, yo te veo guapo, el reto del autodefinido, ¿cuándo vas a dejar de tenerme miedo?.
Los equis grandes y los equis chicos, te prometo que voy a respetarte, la ansiedad es como un pellizco, la empresa privada y sus vericuetos, la mesa de juntas, la nave de los ganchos, tus tetas «en la calle» y mi manía de los coletillos.
El bocadillo de alcachofas, este no dormir juntos ni conciliar el mismo sueño, ese balcón tan goloso, la broZa, el viejecillo que no daba ni para medio café, el video de la tesis, yo he estado allí DOS veces, qué rancio te pones.
Tu miedo a que se acabe la noche, el abrazo en el umbral y ese último viaje en el que no quisieron abrirse las puertas.
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