Se veían las luces a través del hueco que dejaban libre las copas de los árboles. El frío era un perro lamiendo las manos de la intemperie cuando acercó su cuerpo al mío por la espalda. Los colores eran manchas, el calor era un silencio.
Se veían las luces a través del hueco mientras volaba su mano brújula en mi hombro. El mundo pronunció un tambaleo y la rosa de los vientos se posó en mi mejilla. Noté su calor extendiéndose por mi cara, cambiando el equilibrio de las cosas. Los colores se hicieron rayas y el reloj quiso quitarse los tacones para seguir andando de puntillas.
Se veían las luces a través del hueco y me habló al oído, como cuando el viento te susurra y se fuma tu cigarro. Me fue contando la perspectiva del pasado, el grosor de cada punto de brillo, la acuarela de reflejos de su corazón lejano. El calor se hizo un ovillo, los colores se evaporaron del paisaje y su voz me volvió a posar lentamente en el suelo.
«Ya puedes abrir los ojos», me dijo como un mordisco pausado, como una mano que se enreda entre los cabellos.
Y entonces, cuando abrí los ojos al paisaje, se veían las luces a través del hueco que dejaban libre las copas de sus pechos. Y yo era un perro lamiendo la intemperie de sus manos, y su espalda engulló mi cuerpo, y las manchas eran colores. Y el silencio se hizo calor.
Los formales y el frío
Quién iba a prever que el amor ese informal
se dedicara a ellos tan formalesmientras almorzaban por primera vez
ella muy lenta y él no tanto
y hablaban con sospechosa objetividad
de grandes temas en dos volúmenes
su sonrisa la de ella
era como un augurio o una fábula
su mirada la de él tomaba nota
de cómo eran sus ojos los de ella
pero sus palabras las de él
no se enteraban de esa dulce encuestacomo siempre o como casi siempre
la política condujo a la cultura
así que por la noche concurrieron al teatro
sin tocarse una uña o un ojal
ni siquiera una hebilla o una manga
y como a la salida hacía bastante frío
y ella no tenía medias
sólo sandalias por las que asomaban
unos dedos muy blancos e indefensos
fue preciso meterse en un bolichey ya que el mozo demoraba tanto
ellos optaron por la confidencia
extra seca y sin hielo por favor
cuando llegaron a su casa la de ella
ya el frío estaba en sus labios los de él
de modo que ella fábula y augurio
le dio refugio y café instantáneosuna hora apenas de biografía y nostalgias
hasta que al fin sobrevino un silencio
como se sabe en estos casos es bravo
decir algo que realmente no sobreél probó sólo falta que me quede a dormir
y ella probó por qué no te quedas
y él no me lo digas dos veces
y ella bueno por qué no te quedas
de manera que él se quedó en principio
a besar sin usura sus pies fríos los de ella
después ella besó sus labios los de él
que a esa altura ya no estaban tan fríos
y sucesivamente así
mientras los grandes temas
dormían el sueño que ellos no durmieron.(Mario Benedetti, Poemas de otros, 1973—74)
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