Es tan sencillo no ser uno mismo por razones de agenda o de volante, por corazones ajenos que te estallan en las manos, por tormentas de ojos, por aguaceros consortes, por los mismos vasos en que se ahogan otros, por papeles mojados.
Cualquiera puede pulsar un botón y dejarnos la alegría a cero, embadurnarnos de alfileres las caricias, con un olor ponernos las ausencias de manifiesto o, sencillamente, ignorarnos tanto y tan bien que nos olvidemos de nosotros mismos como si no tuviéramos nada dentro.
Tengo miedo de ese día —¡qué quedaré de mí!—, no sé si habrá alguien al otro lado de mis besos y si aceptará ese alguien, en ese día tan definitivo, que le ofrezca el mísero y roto donativo de lo poco que quede de mí.
Enamorarse y no
Cuando uno se enamora las cuadrillas
del tiempo hacen escala en el olvido
la desdicha se llena de milagros
el miedo se convierte en osadía
y la muerte no sale de su cueva
enamorarse es un presagio gratis
una ventana abierta al árbol nuevo
una proeza de los sentimientos
una bonanza casi insoportable
y un ejercicio contra el infortunio
por el contrario desenamorarse
es ver el cuerpo como es y no
como la otra mirada lo inventaba
es regresar más pobre al viejo enigma
y dar con la tristeza en el espejo(Mario Benedetti, El amor, ese paréntesis, 1997)
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