Es curioso, a veces todo coincide. Tal vez la luz de algunos días se quede en la retina para siempre. Me levanté a la misma hora, no sé qué impaciencia me empujó a la calle. Nadie me vio marcharme, ni siquiera yo.
Desaparecí del mundo y mi cuerpo se quedó solo, vacío. Retiré la mano del guiñol pero el teatro no se detuvo. Es curioso, a veces todo coincide. Tal vez el ruido de los supermercados se quede en los tímpanos para siempre. Compré lo que siempre compro. Nadie me vio marcharme.
Una cáscara sin nuez, cuando el viento arrojaba mediodías contra la calle, condujo el coche lleno de gente. Ruido de voces, carne espléndida, vino risueño. Es curioso, a veces todo coincide. Tal vez el sabor de algunas tardes se quede en el paladar para siempre. Nadie me vio marcharme.
No supieron que yo no estaba, nadie preguntó al no verme. Y si alguien lo hizo, la sombra que dejé en la silla evadió la respuesta con un silencio más que tenue. Es curioso, a veces todo coincide. Tal vez la forma del humo se nos quede en los ojos para siempre. Nadie me vio marcharme.
A la noche ofrecí mi vacío más intenso y me hice invisible. Muchas veces lo he sido para que los minutos me atraviesen de lleno sin herirme. Pero es curioso, a veces todo coincide. Tal vez algunas lluvias nos dejen contagiosas ausencias para siempre. Nadie me vio marcharme.
Ahora que he vuelto, ahora que entro de nuevo en mi piel y la relleno, no recuerdo a donde fui, aunque creo que estuve vagando por la semana, buscando día en el que vivir. Es curioso, a veces todo coincide. Tal vez algunas horas se queden enganchadas en el corazón para siempre. Nadie me ha visto quedarme.
Es verdaderamente curioso, a veces todo coincide. Pero sin embargo, no, este día que empezó pareciendo sábado, anunciando que otra navidad vendría con el lunes, no ha tenido ni un sólo minuto de miércoles. Tal vez la memoria sea una enemiga encarnizada y no el consuelo que parece. Nadie me ha visto marcharme al martes en donde tú estabas, ni quedarme en este jueves en el que no. Nadie me ha visto. Hoy he sido invisible.
Fábricas de amor
Y construí tu rostro.
Con adivinaciones del amor, construía tu rostro
en los lejanos patios de la infancia.
Albañil con vergüenza,
yo me oculté del mundo para tallar tu imagen,
para darte la voz,
para poner dulzura en tu saliva.
Cuantas veces temblé
apenas si cubierto por la luz del verano
mientras te describía por mi sangre.
Pura mía
estás hecha de cuántas estaciones
y tu gracia desciende como cuántos crepúsculos.
Cuántas de mis jornadas inventaron tus manos.
Qué infinito de besos contra la soledad
hunde tus pasos en el polvo.
Yo te oficié, te recité por los caminos,
escribí todos tus nombres al fondo de mi sombra
te hice un sitio en mi lecho,
te amé, estela invisible, noche a noche.
Así fue que cantaron los silencios.
Años y años trabajé para hacerte
antes de oír un solo sonido de tu alma.(Juan Gelman, Velorio del solo, 1961)