Mucho más juvenil y en mejor estado, el médico se quedó a los pies de la cama en la que él permanecía tumbado con rostro inexpresivo.
—¿Es que no durmió bien anoche? —preguntó señalando las ojeras que le llegaban casi hasta el ombligo.
—Bien, lo que se dice bien, hace mucho tiempo que no duermo, ya casi ni me acuerdo de eso qué es. Pero, qué va, precisamente anoche descansé más que ningún otro día.
—¿Descansó mejor por algo en particular, no le molestaron las heridas ni la espalda?
—No —respondió enseguida—, no fue por eso, me sigue doliendo todo. Pero es que anoche, después de tanto tiempo, vino por fin a verme una poesía.
—Ya… bueeeeno… estupendo —dijo con cara de incredulidad—. Lo único que yo puedo decirle es que ha mejorado el color de su orina.
Quién sabe si, la poesía, tal vez, provenga también de las vísceras.