Me he levantado hoy somnoliento. El despertador no ha sonado, no ha necesitado sonar para que una campana dentro de mi cabeza me avisara a tolones que había que ponerse en pie.
Me he levantado con los ojos cerrados. Llevo una hora grabada, una ausencia encendida y una inquietud arrancada y al ralentí. Tengo cita con una sombra.
¡Converso tantas veces con ella! Como un loco que le habla a las fantasías mientras vaga perdido por la realidad. Pero hoy, dentro de un rato, ocurrirá la luz exacta y, tal vez, ella aparezca y me conteste.
Ella es una sombra y yo soy un reflejo. A nadie podemos contárselo porque ¿quién podría creer que, el dolor de perder lo que no tenemos, es tan real?
Pero ya basta de mirarse el ombligo, se acerca el momento. Me voy a pulir un poco delante del espejo antes de que llegue. Los reflejos tenemos la necesidad y el gusto de brillar, aunque solo duremos un momento.