Ahora que todo es carne,

que el calor enciende el silencio,

ahora que tu cadera coincide

con todos los límites que diviso,

ahora que tus labios se hacen domésticos

y tu rostro desaparece de un mundo

para quedarse grabado en el otro,

ahora que todo es aroma,

que no hay afuera nada que no esté dentro,

ahora que sé para qué contengo en la memoria

la respiración que antecede a los besos,

ahora, precisamente ahora,

justo ahora que he descubierto en tus brazos

el sinsentido del tiempo,

ahora que cierro los ojos para abandonarme

al tumulto que noto en la sangre

sobre el perímetro de este sueño,

ahora que los ahoras se detienen,

ahora, por fin, es ahora,

el único ahora que no entiendo

por qué es pasado siempre.

Por septiembre

Por septiembre
se te llenan de sótanos los labios
y es relativo el cielo
después de haberte visto preguntarle a la vida.
Pero también el cielo,
arrugado y preciso
como tu cazadora adolescente,
quiere estar entreabierto,
brillar recién amado,
descansando en la hierba
el peso de su larga cabellera de nubes.

Por septiembre
se te llenan de humo los síes en la boca.

@(Luís García Montero, Diario cómplice, 1987)