Ya sé que mis ojos son visigodos,

que el arco de mis labios

tiene su clave de noche oscura,

que mi corazón tiene ventanas

en forma de herradura

que busca llave.

Padezco de gruesas columnas

llenas de piernas románicas,

un pecho criollo, brazos indalos,

cicatrices aztecas en el alma,

pensamientos apaches y tagalos

que se entrecruzan.

Mis manos son barrocas, pacientes,

mi lengua es salomónica en la tuya,

arcos góticos llevo en los dientes

para sujetar las bóvedas de crucería

de tus pechos de media luna.

En mi vida interior

siempre hay un claustro, el silencio

que guardo entre mis piedras

es un ábside en el que resuenan

el tacto de tus órganos de viento.

Has llegado, peregrina.

Yo soy mi propio monasterio.

Refúgiate dentro, dame vida.