Los números redondos tienen una atracción fatal sobre la imaginación y sobre la memoria. Obligan a mirar hacia atrás, a cerrar círculos, a revisar el itinerario recorrido e intentar adivinar a donde nos lleva.
Aquí empezó la vida como insomnio a mediados de diciembre de hace ya casi dos años. Comenzó para no perder la cabeza, porque el silencio no existe, para contar lo que aún no he contado.
Nació como un ejercicio de auto-hipnosis, como una terapia contra el más acá que siempre acecha. Y luego ha crecido y ha ido retorciéndose con el tiempo, con el paso de las circunstancias, con los cambios.
Quise pintar poesía y no supe, esculpir cuentos que se quedaron a medias, dibujar interiores y ampliarlos para que se vieran desde afuera. Decorar la vida es una obligación para todo ser humano, mentir es una necesidad biológica de la memoria, escribir es el escenario perfecto para congeniar la realidad y la ficción.
Doscientas pequeñas muertes, doscientos peldaños tiene ya esta escalera que nadie sabe si sube o baja, ni qué habrá más allá de las palabras que la sujetan, ni a donde van las cosas que se me quedaron sin decir.
Pero quiero dar las gracias a aquellas personas que me acompañan en el trayecto, que silenciosamente me observan caminar tropezando. Gracias a quiénes tienen el detalle de irse pero volver, cada cierto tiempo, a este trocito de viaje en el que también está mi vida expuesta en clave.
Gracias por leerme, por decepcionarse, por asombrarse, por aconsejarme, por discutirme, por desordenarme los renglones y por hacerme dudar de lo que siento, de lo que pienso y de lo que escribo.
Y muchas gracias al insomnio, muchas. El día que abandone, no será porque no duerma, como ahora y como siempre, sino porque habré dejado de soñar.
Pequeñas muertes
Los sueños son pequeñas muertes
tramoyas anticipos simulacros de muerte
el despertar en cambio nos parece
una resurrección y por las dudas
olvidamos cuanto antes lo soñado
a pesar de sus fuegos sus cavernas
sus orgasmos sus glorias sus espantos
los sueños son pequeñas muertes
por eso cuando llega el despertar
y de inmediato el sueño se hace olvido
tal vez quiera decir que lo que ansiamos
es olvidar la muerte
apenas eso@(Mario Benedetti, «La vida, ese paréntesis», 1997)
Dormir
¡Yo lo que tengo, amigo, es un profundo
deseo de dormir!… ¿Sabes?: el sueño
es un estado de divinidad.
El que duerme es un dios… Yo lo que tengo,
amigo, es gran deseo de dormir.
El sueño es en la vida el solo mundo
nuestro, pues la vigilia nos sumerge
en la ilusión común, en el océano
de la llamada «Realidad». Despiertos
vemos todos lo mismo:
vemos la tierra, el agua, el aire, el fuego,
las criaturas efímeras… Dormidos
cada uno está en su mundo,
en su exclusivo mundo:
hermético, cerrado a ajenos ojos,
a ajenas almas; cada mente hila
su propio ensueño (o su verdad: ¡quién sabe!)
Ni el ser más adorado
puede entrar con nosotros por la puerta
de nuestro sueño. Ni la esposa misma
que comparte tu lecho
y te oye dialogar con los fantasmas
que surcan por tu espíritu
mientras duermes, podría,
aun cuando lo ansiara,
traspasar los umbrales de ese mundo,
de tu mundo mirífico de sombras.
¡Oh, bienaventurados los que duermen!
Para ellos se extingue cada noche,
con todo su dolor el universo
que diariamente crea nuestro espíritu.
Al apagar su luz se apaga el cosmos.
El castigo mayor es la vigilia:
el insomnio es destierro
del mejor paraíso…
Nadie, ni el más feliz, restar querría
horas al sueño para ser dichoso.
Ni la mujer amada
vale lo que un dormir manso y sereno
en los brazos de Aquel que nos sugiere
santas inspiraciones. ..
«El día es de los hombres; mas la noche,
de los dioses», decían los antiguos.
No turbes, pues, mi paz con tus discursos,
amigo: mucho sabes;
pero mi sueño sabe más… ¡Aléjate!
No quiero gloria ni heredad ninguna:
yo lo que tengo, amigo, es un profundo
deseo de dormir…@(Amado Nervo, El estanque de los lotos, 1919)