Me dices que cuánto ha cambiado el insomnio desde que se cierra paréntesis. Pero siempre tuve vocación de nube, es sólo que el plan que tracé para no mencionar la lluvia aún es un poema sin terminar.
La literatura infantil que despliego siempre te sube hasta tocar el cielo, pero luego te arrastra hacia los días inversos, esos en los que la impertinencia de las hojas secas se te atraganta alrededor de lo que no se escribe. Pero la vida sigue.
Todavía, no te olvides, estoy en el punto de partida, aún es pronto, el camino es largo. Ha cambiado el insomnio pero se sigue moviendo, por el eco de cada llamada, porque me persiguen los silencios, hacia nuevas cuestiones de tacto.
La vida sigue y transcurre en prosa. Pero en cada insomnio explico versos para no olvidar que me sigo sintiendo ridículo y que siempre tuve problemas de memoria.
Otro tiempo vendrá…
Otro tiempo vendrá distinto a éste.
Y alguien dirá:
«Hablaste mal. Debiste haber contado
otras historias:
violines estirándose indolentes
en una noche densa de perfumes,
bellas palabras calificativas
para expresar amor ilimitado,
amor al fin sobre las cosas
todas».
Pero hoy,
cuando es la luz del alba
como la espuma sucia
de un día anticipadamente inútil,
estoy aquí,
insomne, fatigado, velando
mis armas derrotadas,
y canto
todo lo que perdí: por lo que muero.@(Ángel González, Sin esperanza, con convencimiento, 1961)
Valor del pasado
Hay algo de inexacto en los recuerdos:
una línea difusa que es de sombra,
de error favorecido.
Y si la vida
en algo está cifrada,
es en esos recuerdos
precisamente desvaídos,
quizás remodelados por el tiempo
con un arte que implica ficción, pues verdadera
no puede ser la vida recordada.
Y sin embargo
a ese engaño debemos lo que al fin
será la vida cierta, y a ese engaño
debemos ya lo mismo que a la vida.@(Felipe Benítez Reyes, Sombras particulares, 1992)