Doscientos treinta y seis capítulos después, el insomnio no es el mismo. Ha crecido, ha cambiado, se ha hecho menos tierno y más ambiguo.
Doscientos comentarios después, no hay pastillas para el insomnio ajeno.
No obstante, queda un año. Y aunque debería celebrar el día de hoy como se merece, es decir, escribiendo, creo que voy a seguir celebrando el día de ayer como se merece también: es decir, soñando, porque el sueño de la memoria es la memoria del sueño.
Y aunque para Punset la felicidad es cosa de tres, yo no estoy seguro del número necesario. De lo que sí tengo constancia es del sueño y de la memoria, de que esa felicidad dura por dentro seis segundos y por fuera, como mucho, media hora.
La vida no espera, no para y no avisa… Pues, entonces, sigamos como hay que seguir: incrédulamente, sin esperanza…
Un amor imposible
Un amor imposible es el más feliz de los amores.
O puede serlo.
Basta que creas que es posible un amor imposible
y esto hará la felicidad del amor imposible.
Puede que seas el amor imposible de tu amor imposible.
Pero esto es un milagro.A estas alturas rodando
literalmente rodando
asumo mi destino,
araño cielos, tiento paraísos,
busco la clave que me traspase,
sin buscarla la busco,
la llave es un torso, un gesto,
la sonrisa de un amor imposible
o de otro amor imposible.
Los amores imposibles
—es tan evidente que siempre lo olvido—
son partes de ese mundo imposible
que es mi mundo verdadero.@(Darío Jaramillo, Libros de poemas, 2001)