Exactamente dentro de un año, en un minuto como éste, todo estará resuelto.

Es el plazo, el último plazo que me dan los planetas. Sé que todo lo que ahora me preocupa se habrá olvidado o, al menos, estará en un rincón secundario de la infidelidad de mi memoria.

Entonces empezarán otros problemas, otras cuitas, otras miserias. Miraré alrededor para saber quien está conmigo, quien me llama o a quienes echo de menos.

Será un hermoso final convertido en principio, la necesaria renovación de las inquietudes y las esperanzas. Y hablando de esperanzas, también entonces te espero.

Y si no, si todo continua lo mismo, si me sigue preocupando todo lo que ahora me preocupa, no pasa nada, la vida no se para. Lo que sí prometo es que, entonces, dejaré de dar la lata y borraré todas la palabras que aquí tengo escritas.

Sí, justo en este instante que escribo, empieza el último año de esta vida. Es la hora.

La hora

Cada minuto de este oro
¿no es toda la eternidad?

El aire puro lo mece
sin prisa, como si ya
fuera todo el oro que
tuviera que acompasar.

(¡Ramas últimas, divinas,
inmateriales, en paz;
ondas del mar infinito
de una tarde sin pasar!)

Cada minuto de este oro
¿no es un latido inmortal
de mi corazón radiante
por toda la eternidad?

@(Juan Ramón Jiménez, Canción, 1936)