Me quedaría esperando como si fuese el centro de un remolino gigantesco y todo lo que es y ha sido alguna vez girara en torno a mí, en espirales concéntricas que van acercándome las cosas por la mera acción de alguna clase de gravedad vital que las acabase precipitando hasta el vórtice sensorial de infinitas dimensiones que esconde el Aleph que soy en este momento.

Desprovisto de los movimientos incesantes de un corazón que tengo suspendido en un punto indeterminado del tiempo, desasistido de respiraciones que me atraganten del aire que necesito periódicamente con una frecuencia variable en función del paisaje fisiológico y de la actividad cerebral desencadenada a través de la emoción de los acontecimientos, podría quedarme esperando como respuesta trivial a los grandes enigmas del universo infinito e infinitesimal en cuya frontera indefinible me hallo desde siempre.

Me quedaría esperando si supiera desentrañar los secretos del lento engranaje impersonal del caos cuántico, si supiera adivinar los designios de los otros mundos unicelulares a los que debo la percepción exacta de mi propio yo binomial de carácter cambiante y, al mismo tiempo, inmutablemente extrapolado sobre la red neuronal que me convierte en un amasijo racional y sincronizado de seres minúsculos y exentos de capacidad de imaginación.

Si el último sueño de pieles redescubiertas encontrase una vía para incardinarse en el tejido de la existencia espacio-temporal, si los neurotransmisores que se dispararon cuando creí que tu otredad andaba a unos pocos milímetros de este vello corporal erizado por la acción profunda del complicado equilibrio de las hormonas impregnadas de un origen imaginario desentramado progresivamente desde la metafísica más abstracta hasta llegar a los límites éticos de la lógica más elemental, me quedaría esperando, no te quepa la menor duda.

Pero es que el médico me ha dicho que ande, que es bueno para la tensión. Que estoy espeso y con sobrepeso.

Tú, que ya anduviste, que no paras, que acaso huyes, sabrás, por tanto, que andar es un sencillo vaivén. Me harías un favor si tomaras mi paso y me hicieras compañía con ese sencillo vaivén tuyo que tanto me gusta cuando, de tanto en tanto, te acercas y me silencias las palabras y el corazón.