¿Has visto alguna vez cómo caen las hojas de los sauces?
Todas las hojas caen, todas, su destino es la podredumbre, la mancha, el suelo. Unas caen en otoño, las más resistentes no sobreviven a algún invierno. Todas las hojas caen, incluso las perennes. Es sólo que tardan más.
Algunas veces, con el sol como aliado, cruzo el puente para romperlo por el humo. Y veo llorarle al río las lágrimas de los sauces. Veo como caen haciendo tirabuzones, brillando por el sol como si en ellas se concentrara la belleza del mundo.
He visto caer las hojas de los plátanos alfombrando el suelo, la de los olmos blancos poniendo las pisadas en dos colores, las de los pinos que se arrebujan sobre la tierra como alfileres que fracasaron el objetivo. Las hojas de los sauces también caen a las ratas y a su desprecio o dan con el agua de un último viaje.
Todas las hojas caen, todas. Su destino es la podredumbre. Pero si hubieras visto caer las hojas de los sauces, sabrías que no todo da igual, que no todos caemos lo mismo.
Aunque sea el mismo frío del suelo el que sintamos en la espalda, aunque sean los mismos caballos los que nos están esperando.
Bajo la luz quemada…
Bajo la luz quemada,
tienen frío los ojos con que buscas
estas horas de octubre
y su jardín manchado de ginebra,
hojas secas, silencios
que de nosotros hablan al caerse.Porque si ya no existe,
aunque nadie se ocupe de sus solemnidades,
hay noches en que llega la verdad,
ese huésped incómodo,
para dejarnos sucios, vacíos, sin tabaco,
como en un restaurante de sillas boca arriba
ya punto de cerrar.
—Nos están esperando.Nada sé contestarte,
sólo que soy consciente de mi propia ironía,
porque el hombre es un lobo también consigo mismo
—Nos están esperando.Negras y en alto, buitres silenciosos,
nos esperan las nubes en la calle.(Luís García Montero)