Ahora ni siquiera es una larva, la abeja que te asustará zumbando su ruido monótono al entrar por la ventana. Sumergida en el agua que anega el llano, sigue esperando la sal que se te derramará en la cocina, a que salga el sol enarbolando verano, para despojarla de su forma líquida.

Como duerme la brisa, que se enredará en tu pelo cuando te vuelvas para mirarme, entre las olas del mar sin espuma que roza una caleta. Mientras, nacerá en un semillero la menta que atrapará mis sentidos en tu hálito fresco cuando disfraces el deseo con un suspiro. Corre todavía, por el tronco de un ciruelo, el azúcar que moverá tu mano fría sobre mis dedos.

Aún está atrapado en la hoja de un árbol, el aire impaciente con el que te besarán mis labios. Viaja despacio, sin prisa, escondida entre las nubes, la gota de sudor que resbalará en mi frente cuando te desnudes. Estallará tu risa en cascabeles y rebotará su eco sobre paredes que todavía ni siquiera son ladrillo. Ahora son apenas un hilo, las sábanas que romperán con su vuelo de seda aquella figurita de cristal que hoy sólo es un puñado de arena.

Dónde buscarte, si el futuro siempre está en el aire. Somos naipes del castillo, polvo que gira en el baile de una veleta, gotas de un remolino que se pierde en el mar. ¡Es tan difícil el azar! Y la vida es tan incierta que nadie busca lo que encuentra porque nadie sabe lo que quiere buscar.

Pero mi corazón me ha convencido de que, aunque ahora parezca imposible, cuando tus susurros se agiten en mi oído y te envuelvas en mis brazos para dormirte, lo difícil se habrá vuelto sencillo. Todo lo inexplicable cobrará sentido y el juego del azar resultará tan evidente, que no te extrañará saber que empecé a quererte… mucho antes de haberte conocido.

Antonio Praena desde su atril, me ha traído a la memoria este sueño que escribí hace casi cuatro años. Y he vuelto a reflexionar sobre el asunto de las coincidencias.

Si es verdad que, mirando hacia atrás, las coincidencias son maravillas que se nos presenta sin orden y sin estructura, que brillan un momento, nos asombran y después desaparecen en el pasado, también es cierto que mirando hacia adelante, se transforman en semillas de lo venidero. Y el asombro se multiplica.

Antonio se pregunta «¿O quizá la necesidad de encontrar armonía, conexión, entre los trozos rotos de la propia vida, confluencias?» . No lo sé, pero creo que posiblemente la sincronía sea nuestro más firme escudo contra los caprichos del azar.

En todo caso, sé que cada instante que vivimos empuja el siguiente, que nada está quieto, que todo se decide en cada momento y no en uno sólo. Nosotros somos los sembradores de un futuro que, a veces, nos parece que sólo es una simple coincidencia.

Pero no lo es.