Piaba a saltos. En este calor de caerse los pájaros, le iba poniendo música a su miedo. Demasiado pequeño para volar, salió a la calle por debajo de la verja de la entrada.
Allí le vi irse escondiendo de todo entre los coches aparcados al sol de media tarde. De repente, su mundo se había venido abajo como quien despierta de un sueño y él huía por instinto de todo lo que se movía a su alrededor. Huía con un trino que, a pesar del desgarro, sonaba dulce, casi como una canción.
Quizás hubiera podido recogerlo, lanzarlo a la copa de algún árbol, protegerlo de los gatos burgueses del barrio, de los niños aristócratas que juegan con los rabos de las lagartijas. Quizás hubiera podido ponerlo a salvo del rodillo de los vehículos o de la sed que nace de la canícula.
Pero no lo hice. Huyó también de mí porque, cuando uno corre despavorido, no se reconocen más que enemigos en el trayecto, porque el continente no suele ajustarse al contenido de los seres, porque dejar de saltar cuando no se sabe volar aún, es como quedarse desafiando a la muerte.
Algunas noches escucho lo que ya había escuchado antes muchas veces; por detrás de los capialzados de las ventanas, gorgoritos solitarios a medianoche, de los pájaros que anidan, tal vez, en mi cabeza.
Los escucho y pienso en las llamadas que aquí escribo a saltos, mientras huyo despavorido hacia delante. Mis trinos saben dulces sin que nadie sepa del desgarro, sin que nadie sepa cual es el mundo que se me ha venido abajo, sin que nadie sepa de todo lo que me escondo.
Tal vez haya quienes me leen como si me rescataran, quienes me escuchan investigando, quienes me miran tratando de averiguar cual es el sueño del que he despertado. Y quieren protegerme de los niños aristócratas, de los gatos burgueses, del rodillo de los días solitarios o de la sed que llevo en la boca.
Habrá quien al leerme sienta el dolor del pájaro, quien crea que escribo para ponerle música a mi miedo. Habrá quien me lea lo pequeño que soy para volar y quien me vea escapar con metáforas titubeantes por debajo de la verja de la entrada.
En este calor de caerse los pájaros, la literatura, la geografía y mi biografía siempre van piando a saltos en estos renglones. Es cierto, aunque no todo es cierto, aunque no puedo negar que no todo es falso, aunque no todo sucede ese mismo día.
Pero si aquí dijera toda la verdad, seguramente, me mentiría.
Aforismos
Hay vidas que consisten en que por las mañanas tienes mucho que hacer y por las noches no tienes nada que recordar.
La nostalgia, ese moho de la memoria, esa oscura envidia de uno mismo. La nostalgia es el opio de los tristes, es una droga alucinógena que te hunde a la vez que te alivia, te hace sonreír mientras te clava en la espalda sus pretéritos perfectos e imperfectos.
Hablamos de los planes como si fueran un manual de instrucciones, pero sólo son un libro en blanco.
Sólo existen dos maneras de ser feliz: hacerse el idiota o serlo.
Perderse es inventar otro camino.
Cuando el deseo se cumple, el sueño se rompe.
(Benjamín Prado, Mala gente que camina, 2006)