Del mismo modo que en una alimentación equilibrada hay que comer de todo en su justa medida, las ideas que nos rondan la cabeza deben tener un equilibrio. La dieta debe ser variada, consumiendo preferentemente ideas frescas y de temporada.

La pirámide nutricional es una representación gráfica de la importancia que deben tener las diferentes clases de pensamientos en nuestra alimentación, según el tamaño relativo que ocupan en la pirámide.

De este modo, en la base, se incluyen los pensamientos positivos, que deben ser diarios y abundantes. Entre otros, a modo de ejemplo, los «yo puedo hacer esto», los «qué suerte que tengo» y la búsqueda de los aspectos que nos gustan de lo que estamos haciendo en cada momento, son fundamentales para una nutrición sana.

En un segundo nivel tenemos los pensamientos que nos aportan las proteínas de la interacción. Placeres cotidianos de conversaciones agradables, momentos que hay que dedicar a uno mismo, sólo o alrededor de los seres queridos, pensamientos amables con respecto a los que nos rodean o, simplemente, aquellos que resaltan los aspectos positivos de los acontecimientos que nos depara el día a día.

En el siguiente nivel están situadas los pensamientos lácteos y sus derivados. Reflexiones sobre la propia acción, descubrimiento de errores que susbsanar o de aciertos que repetir, recuerdos agradables que nos llegan en momentos de tranquilidad. También, aunque con menor frecuencia, podemos depurar problemas que los otros nos cuentan una vez pasados por el tamiz de nuestras propias circunstancias.

Y en el pico de la pirámide se encuentran los dulces, los sueños, la recreación de escenarios felices en los que estuvimos. La proyección de nuestros deseos, desde los más insignificantes y sencillos, hasta las grandes ideas sobre las que construir el futuro y tomar decisiones.

Los consejos que yo daría para una dieta equilibrada, son seis:

1. No tomar pensamientos carnales más de una vez al día, alternar con pollo o pavo. Es preferible incrementar los pensamientos sensuales. Evitar en lo posible frases hechas y tópicos. De retos, lo más aconsejable son de 2 a 3 semanales, en función de nuestro estado de ánimo.

2. Disminuir el consumo de pensamientos lácteos grasos y descremarlos a base de cocinarlos con un autoconcepto eminentemente positivo, pero no demasiado egocéntrico.

3. Utilizar las certidumbres con precaución, un máximo de tres veces por semana. No utilizar siempre de la misma, sino ir variando cíclicamente.

4. Los pensamientos superficiales y frescos, las primeras impresiones y las expresiones de afecto deben ser muy abundantes. El error que se comete comúnmente es el de tomarlos solos y por eso pueden parecer poco alimenticios. Sin embargo, bien combinados con pensamientos profundos, con interacciones cotidianas o con resoluciones de problemas producen una agradable sensación de complicidad que proporciona un extra de energía sin sobrecargar el sistema.

5. No abusar de los dulces ni de los finales felices, ni de la ingenuidad de esperar que sean los pensamientos positivos de los otros quienes nos alimenten. No obstante, cabe decir que no es pernicioso, con la frecuencia adecuada, dejarse llevar por pensamientos sensuales y eróticos, que proporcionen ganas de vivir y alegría compartida. Lo que no es conveniente es sobrevalorar su aportación nutricional. Efectivamente, aportan mucha energía, pero energía que se gasta rápidamente.

6. La sal de las lágrimas, las especies que nos dan las pesadillas, los «si yo hubiera» o los pensamientos autocompasivos, son necesarios para una dieta saludable. Pero nunca deben tomarse como plato único. Se deben usar para proporcionar sabor con el que aderezar los otros pensamientos útiles. Sólo para eso. Si se abusa de ellos, puede que nos ocasionen subidas de tensión o tristeza acumulativa que puede acabar con cortar la circulación correcta del resto de los pensamientos que ingeramos.