Supongo que este modo
de ir caminando por la playa
dejando que las olas y su espuma
me alboroten el camino,
que esta manera de andar
con un pie siempre más arriba que el otro,
hundiendo primero los talones en la arena
y enterrando los dedos juntos
por toda despedida de cada paso,
como mínimo estremecimiento ante el siguiente.
Supongo que esta forma
de dejar huellas fugaces en el material sensible
con que funcionan los relojes,
es una estrategia para no mirar atrás,
un modo de caminar por la nieve de estos días
sin tener que esperar una ventisca
que me borre la memoria.
Supongo que este mecanismo
de tener un horizonte plano a un lado
y andar por donde no quema la arena,
supongo que esta necesidad
de tallar blandamente las huellas
para que nadie las descubra,
es una obligación que he contraído
a fuerza de equivocarme y tropezar,
y tropezar y equivocarme.
Y supongo que este modo
de equivocarme sobre el borde del mar,
que esta manera de tropezar sin que se note
mientras llega una ola que barre los restos,
es un modo de aferrarse a la vida que consiste
en olvidar las otras veces y creer
que ésta es siempre la primera vez:
la primera vez que llego a donde estoy ahora,
la primera vez que escribo este poema.
Mudar de piel
Lo difícil es mudar de piel
la primera vez.
Después…
Oteas como un diafragma fotográfico
el cuerpo, su intemperie
luego las clandestinas caricias
las voces en murmullo,
los besos tras la puerta
que te obligan a buscar una isla blanca
en marejadas de olvido.Al mudar de piel vuelves a sentir,
te izas como vela.
En tus sábanas blancas
el mundo es tuyo otra vez.Lo más difícil es arrancar raíces,
dejar trozos del rompecabezas.
No colgar el bolso de cuero
cuando ves la cama vacía…Sabes que emigras a una nueva piel.
(lina Zerón, La spirale du feu, 1999)