Cada noche guardo la media luz dentro de las velas y enciendo la nostalgia, apenas sin esfuerzo, porque arde muy bien en el silencio de una casa vacía.
Cierro las persianas como amuleto contra el vendaval que surge de la memoria, para que la brisa de los recuerdos no acelere los labios del conjuro hacia palabras sin retorno. Para que el remolino del olvido no nos despeine el corazón a sangre fría.
Pongo música porque sé que le gusta, para envolver en papel de regalo de tres en tres los minutos y amordazar con las líneas del pentagrama al reloj de la mesilla.
Entonces dibujo un nombre en todas los idiomas que conozco, calco versos con esos ojos míos, pequeños y juntos, que tanto miran y, sin embargo, ven muy poco. Tan poco que se me cierran mis ojos recién nacidos en la espera de lo frágil que tarda en llegar.
Respiro despacio para no espantar los augurios, afilo con mucho cuidado los bordes del pensamiento y dejo caer, lánguidos como tallos cortados de una flor de trapo, mis dedos sobre los muslos que tengo a mano.
¿Y si no viene? Si no viene Ella, si tiene otros encargos más urgentes, si está cansada de tanto abril, si no sabe guarecerse entre los pliegues de mis sábanas como cuando se queda a dormir entre mis renglones, no importa, no pasa nada.
A veces ocurre y son largas las temporadas en que no viene. Mañana, todos los mañanas, la esperaré otra vez como espero la utopía, como espero el horizonte, como te espero porvenir.
Entretanto, voy a ir destejiendo las horas hasta hacerlas polvo de prosa que me tape las noches en que no viene. Y por si acaso, para que no pierda el camino, me dedico a dejarle señales escritas en este, a veces solitario y terrible, mapa de papel.
Una noche vendrá. Y esa noche será La Noche. Y esa memoria será la de otra vida.
Iii gacela del amor desesperado
La noche no quiere venir
para que tú no vengas
ni yo pueda ir.Pero yo iré
aunque un sol de alacranes me coma la sien.
Pero tú vendrás
con la lengua quemada por la lluvia de sal.El día no quiere venir
para que tú no vengas
ni yo pueda ir.Pero yo iré
entregando a los sapos mi mordido clavel.
Pero tú vendrás
por las turbias cloacas de la oscuridad.Ni la noche ni el día quieren venir
para que por ti muera
y tú mueras por mí.(Federico García Lorca, Diván del Tamarit, 1931—34)