Estar más solo en el trayecto, llegar con prisa,
hacer acopio de colores y de piedras,
vivir en las líneas de un mapa,
seguir los pasos de los otros.
Habitarse uno mismo en paredes extrañas.
Viajar en ruinas hacia otras ruinas
encontrando sinsabores en la intemperie,
comprobar que todo se corrompe
y que nada perdura sino las palabras.
Porque son los mismos ojos los que miran el mundo,
los mismos pies cansados, las mismas pisadas,
por debajo de la piel de la geografía
el mundo que visito nunca cambia.
Tengo problemas para salir de mí mismo.
Allá donde esté
siempre hay un aquí y una nostalgia.
Cuando viajo en sueños nunca te pido
despertar en habitaciones separadas.
(Oviedo, julio 2011)
Habitaciones separadas
Está solo. Para seguir camino
se muestra despegado de las cosas.
No lleva provisiones.Cuando pasan los días
y al final de la tarde piensa en lo sucedido,
tan sólo le conmueve
ese acierto imprevisto
del que pudo vivir la propia vida
en el seguro azar de su conciencia,
así, naturalmente, sin deudas ni banderas.Una vez dijo amor.
Se poblaron sus labios de ceniza.Dijo también mañana
con los ojos negados al presente
y sólo tuvo sombras que apretar en la mano,
fantasmas como saldo,
un camino de nubes.Soledad, libertad,
dos palabras que suelen apoyarse
en los hombros heridos del viajero.De todo se hace cargo, de nada se convence.
Sus huellas tienen hoy la quemadura
de los sueños vacíos.No quiere renunciar. Para seguir camino
acepta que la vida se refugie
en una habitación que no es la suya.
La luz se queda siempre detrás de una ventana.
Al otro lado de la puerta
suele escuchar los pasos de la noche.Sabe que le resulta necesario
aprender a vivir en otra edad,
en otro amor,
en otro tiempo.Tiempo de habitaciones separadas.
(Luís García Montero, Habitaciones separadas, 1994)