Si en aquella noche de agosto no hubiese disparado tantas teclas al aire, no sé si ahora yo sería más feliz, más rico, más prudente. No sé si ahora sería menos nocturno, menos reflexivo, menos tonto.
Ni yo lo sé, ni puede saberse. Ella me ha dicho que no comprende cómo es que el tipo ese que pasaba por la acera, fue su pareja durante nueve años. Que no entiende cómo pudo abandonarse a aquella pasión tumultuosa que le llevó hacia el hombre de su vida.
Es imposible rebobinar la historia. Porque aquellos dos amantes, eran otros. Otro él y otra ella, vivían en otro mundo, en otro doblez de la vida, en otra cotidianidad. Si hubiesen decidido seguir adelante… ¿serían mejores, más famosos, más cautos? Ni yo lo sé, ni ellos los saben. Ni puede saberse.
Hay quien dice «me equivoqué» como quien recita la penitencia de un antiguo pecado. Pero no puede saberse porque un sólo efecto siempre tiene muchas causas, y no todas conocibles. Si quitamos la pieza de dominó que hay en mitad de la fila… ¿caerá la última? No puede saberse; a veces, la tierra tiembla sin que nadie sepa cuando ni por qué.
No se puede saber cuando hay error ni cuando hay acierto. Solo nos queda la impresión, una impresión fugaz y subjetiva de creer que vamos bien por donde vamos.
Una impresión basada en sensaciones propias, que pueden ser muy sutiles y casi siempre inexplicables. Como inexplicable es lo que noto cuando me abrazas: esa sensación de estar completo, como si no me sobrara nada, como si no pudiera haber nada que me falte.
Fíjate que, en ese preciso instante que sólo dura unos segundos —es difícil de creer, ya lo sé—, ni siquiera me falta tiempo. ¿Cómo no voy a estar contento entonces?
Y sin embargo, puede que me equivoque. Pero nunca lo sabremos.
Una historia
Ella le conoció
mientras tocaba al piano
una pieza olvidada.
Se miraron de lejos
y empezaron a hablar
sobre el vaivén del tiempo.Ambos iban en busca
de alguna libertad:
ella ansiaba hace mucho
complementarse en él
y él deseaba con ella
fundirse solo en uno.Rieron como locos
y así fue como amaron:
con la misma locura
con que se han olvidado.(Javier Bozalongo, Líquida Nostalgia, 2001)