Porque el cielo se deshace en copos que caen bailando sobre la tierra como se deshacen los sueños que un día rellenaron las nubes, nos abrigamos de historias y braseros que nos alienten hacia la rosa, nos refugiamos dentro de las botas que nunca nos ayudaron a levantar el vuelo.

Porque nieva en domingo y el lunes tiembla de incertidumbre en el calendario y las manos sacan de los bolsillos pañuelos arrugados como quien recuerda antiguas fiebres desperdiciadas.

Porque el frío nos parte la memoria, olvidamos las alergias, el sudor de las otras manos que tuvimos entre las nuestras, las canciones aquellas que nos desnudaban en otra carne más remota.

Porque quizás los coches patinen si cambian la trayectoria, porque puede que haya que abrazar las cadenas que nos sujetan al pasado, porque miedo multiplicado por frío es mucho más miedo que vergüenza, quiero recordarte que no habrá invierno que pueda detener la primavera.

Despertar

Ese hombre que camina
con las manos sujetas a la espalda,
nos saluda al pasar, comprueba su reloj,
acude a su quehacer sin preguntarse
si va en su dirección y en su sentido.
No sabe que a su espalda se libra una batalla,
que su mano derecha
aferra sin piedad a la otra mano,
la retiene a su antojo por la fuerza,
prisionera, infeliz, sin voluntad.
Si un buen día la mano sometida
se niega a cooperar y en un descuido
reduce a su adversaria, se hace fuerte,
toma la iniciativa, arrebatando
el rumbo de los pasos, ya se atreve
a estrenar una vida renovada?
¿qué será de ese hombre inofensivo
cuando empiece a arrojarse a la aventura,
a derrochar las suelas y el impulso,
abandonándose al azar
del encuentro feliz, recolectando
a su paso semillas y canciones?

(Eduardo García, La vida nueva, 2008)