Benditos sean todos mis habitantes del cariño, la paciencia de los amigos, los sueños que admiten espera, los ojos del amor y los del delirio.
Benditos sean los que me ofrecen alternativas, aquellos que me recogen el alma de los pies y me suben hasta que rozo el cielo, benditos quienes me orientan hacia el éxito. Benditos sean también, con una bendición llena de agradecimiento, quienes no me dan por perdido y todos aquellos que saben exactamente lo que tengo que hacer en cada momento.
Tomaos un merecido descanso, disfrutad de un pequeño receso en el difícil arte de quererme tanto. Abandonaos un momento a la fatiga y reposad suavemente en el ocio del sueño para que pueda, alguna vez, discernir y equivocarme yo solo, diseñar y llorar mundos erróneos con lágrimas desatadas y tropezar en la misma piedra en la que tropiecen todos.
Porque necesito calmar un dolor intenso, la agonía de no saber a quién le debo tanto y esta viscosa desazón infinita de sentir mi corazón atrapado en las cabezas de otros.