Este monstruo de paso lento de un agosto sin perspectiva se detiene un momento para mirarme por encima del hombro de una tarde interminable y anodina.
Me quedo quieto esperando que pase de largo y doble la esquina del sol que arrebata la calle, que decida poner fin al encierro en sudor con que me castiga. Pero me hace sentirme culpable, como muerto de hambre de vida, porque me abre los ojos a una noche en la que siempre es tarde todavía y donde todos los veranos amenazan con ser el mismo de cada día.
Recordaré tal vez, pasado el tiempo, este momento en el que la nada me aprieta, con otra luz más brillante y con otra suerte, si alguien me espera a la vuelta de la esquina de este monstruo de paso lento de un agosto sin otra perspectiva que la de aguardar al monstruo de septiembre.